A veces uno se sube a los árboles para... bah, no sé, para ver la naturaleza desde otro punto de vista o cualquier pavada, y entonces se cae del árbol. Y eso lo cambia todo y ya nada vuelve a ser lo mismo.
Le debo a Paaliy (entre otras cosas) el haberme descubierto esta maravilla. Y recordarme con su testimonio que quizá no es tarde para el ser humano, y que, aunque hay quien no quiere verlo, hay ángeles entre nosotros, y todavía queda un rincón para la magia.
Yo fui el número 89417. Si lo recuerdo es porque me lo tatuaron en el corazón y pretendieron diluirme en la masa y hacerme perder los atributos. Yo dije no, claro, y también admití que muy probablemente, y puesto que casi todos los demás acogían la cosificación con entusiasmo, debía ser yo el que estaba profundamente equivocado.
Huir no fue fácil, y por crecer pagué un precio. Si lo recuerdo hoy es porque desde entonces yo ya no lloro. Yo ya no escribo llorando. Yo ya no soy tan sincero que duela por dentro que duela tanto que tangas que llorarlo todo y se transforme en palabra sólo por rescatarlo del olvido.
Y creo que necesito llorar, no de pena, no de dolor, no de frustración ni de cansancio aunque tampoco lo haga; necesito llorar de plenitud, de ser uno por completo dueño de sí mismo, de su todo esencial, de su realidad y de sus sueños cogidos de la mano.
"Yo dedico el tiempo a menesteres menos tristes; estoy matándome por encontrar un estilo que no existe, estoy usando el castellano, investigando en su lenguaje llano haciendo que no suene a chiste".
-Tote King, Rebelde por defecto
Tote tiene secuestrado mi cerebro y no puedo salir, pero no sé si quiero. Ya lo sé, en el fondo, es síndrome de Estocolmo. Pero parece sincero, sin peros. Tiene algo especial este rapero.
La sublime lucidez de la palabra utilizada con la precisión de un cirujano para rasgar de par en par el velo sucio que en los corazones dejan las mentiras y sacarnos de la alucinación con que el narcótico de la publicidad nos utiliza.
Causa en mí el mismo placer que un Tintoretto y es transparente como el cristal de Bohemia, se vuelca entero sin guardarse nada, sabe quién es y dónde está y cuánto vale, tiene una voluntad inexpugnable; es un soldado, pero no es guerrero, no tiene truco, pero es un mago.
Realidad radiante en estado puro. Fe vidente. Algo asombroso.