caanda farnanda sáptama asaba palatá

08j052008
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Amaba a las palabras, a las naranjas, a las almas claras. La paz. Las carcajadas. Llamaba fantasmas a las sábanas blancas, daba las palmas a las arañas, cantaba la balada más amarga jamás cantada.

Al alba, cada mañana, bajaba hasta la playa, andaba hasta la barca atracada. Nadaba, a cada brazada abrazaba a la mar salada, apartaba a las algas, hasta acabar cansada.

Hablaba al mar, largas parrafadas: narraba la marcha tras las alambradas, almas atrapadas, maltratadas al batallar para nada, caras largas, gargantas rasgadas, masas masacradas.

Pasaba la mañana. Callaba.

Andaba hasta la casa, ya más calmada, traspasaba la valla anaranjada.

La fatal dama, allá, agazapada, acababa ablandada. La salvaba, faltaba a trabajar, hasta mañana.




([me parecía más fácil, a priori. Queda forzado y ni si entiende])